La Guerra Civil española cambió los términos con los que Pablo Picasso había sido evaluado hasta ese momento. Tras la presentación en 1937 de Guernica en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París, a su indiscutible lugar en la cúspide del arte universal se sumó su condición de icono internacional de la España republicana. En las décadas siguientes, después de su sonado ingreso en octubre de 1944 en el Partido Comunista Francés, Picasso acumuló uno de los capitales simbólicos más relevantes en las culturas del exilio republicano, solo comparable al de figuras como Miguel de Cervantes, Federico García Lorca y Antonio Machado. De este modo, su figura ysu arte pasaron a convertirse en referentes para todos aquellos exiliados que buscaban legitimar tanto su compromiso político como su libertad creadora.
Frente al signo infinito. Pablo Picasso y los poetas del exilio republicano de 1939 parte de una reivindicación del arte picassiano como un signo que, conscientemente político, propuso una tercera vía que rompió con la interpretación del arte moderno impuesta por el binarismo de la Guerra Fría. Para ello se abordan las fructíferas relaciones entre su arte y las cosmovisiones de muchos poetas exiliados. Un itinerario jalonado por algunos de los nombres más relevantes de nuestra literatura exiliada, como Rafael Alberti, Max Aub, José Bergamín, Jorge Guillén, Juan Ramón Jiménez, Juan Larrea, León Felipe, Jorge Semprún, María Zambrano?, pero también por otros muchos que, pese a su calidad literaria, son menos conocidos, como Antonio Aparicio, Eugenio F. Granell, Juan Rejano, Arturo Serrano Plaja o Lorenzo Varela.