De Cervantes lo ignoramos casi todo. Es como si, traspasados los límites de la juventud, hubiera tenido especial cuidado en pasar sin hacer excesivo ruido, sin hacerse notar, sin molestar demasiado. Al leer a Cervantes, uno tiene la impresión de que el autor del Quijote escribe desde una clara voluntad de ocultamiento y, a la vez, de novelización. En efecto, llevó una vida que, si exceptuamos Lepanto, quiso (y logró) discurrir siempre en un segundo plano de la gran historia.
Estas páginas buscan reconstruir, a través de los textos literarios y los documentos que se conservan, las huellas de la existencia de Cervantes. No se ha pretendido convertirlo en portaestandarte de facción alguna, ni moral ni política ni social. Se ha perseguido sólo al hombre que, para serlo, escribe. Y este hombre, además de escritor, fue soldado, recaudador de impuestos, escritor a sueldo, comisario de abastos, administrador de fincas, contable, editor, etc., porque la pluma nunca le proporcionó medios suficientes para vivir de la escritura.
Javier Blasco, catedrático de literatura de la Universidad de Valladolid, ofrece este certero epítome, en palabras de José Carlos Mainer (El País, Babelia), no sólo a los estudiosos, sino a todo el que quiera conocer la novelesca historia de nuestro más grande escritor.
Un libro que hay que leer.