Una y otra vez se insiste en la "importancia de la educación" para el futuro de nuestra sociedad y de manera recurrente se afirma que la educación está en crisis: está ampliamente aceptado que existen problemas significativos, abundan las propuestas para realizar reformas y con frecuencia se ponen en marcha programas para lograr que la educación sea una cuestión socialmente relevante. Sin embargo, no hay una opinión clara acerca de cuáles son las características distintivas de la enseñanza y del aprendizaje, ni del carácter de los espacios en los que tradicionalmente se han emprendido esas actividades, y en ello reside la importancia fundamental de este libro de Michael Oakeshott, cuya preocupación no radica en definir los "contenidos" que deben ser transmitidos ni las "técnicas" de su transmisión, sino más bien en la interrogación en torno de ciertos conceptos y categorías que parecen haberse dejado de lado y que, empero, son los fundamentales. Según el autor, es importante no decir demasiado sobre la "educación", la "tradición" o los "sujetos", y sí ocuparse, más bien, de "aprendizaje", "herencia", "voces" y "conversación".
Para Oakeshott, la cultura no es un conjunto de creencias, de percepciones o de actitudes, y sin duda no es un cuerpo de conocimientos o un "canon", sino una variedad de "lenguajes" de comprensión; no consiste en un conjunto de "grandes libros" sino más bien en las conversaciones que se mantienen con una herencia. En una "cultura" hay una serie de "voces" diferentes, y cuando se aprende se adquiere acceso a ellas. Hay un lenguaje de la política, de la economía, del arte, de la literatura, de la filosofía, y aprender consiste en adquirir la habilidad de sumarse a esas conversaciones. 'La voz del aprendizaje liberal' es entonces una introducción a esa conversación, o, más bien, a esa serie de conversaciones.
"La fuerza de su visión radica en la percepción de que una de las grandes contribuciones de la educación no está en lo que se dice explícitamente, sino en el tipo de sensibilidad que se imparte." John R. Searle, 'The New York Review of Books', vol. 37, Nº 19