Ya en época de relativa modernidad, el Metro continuó siendo un servicio público a los madrileños más allá de su prestación de transporte público, pues sus estaciones fueron cobijo caliente para los sin techo, para los indigentes que pernoctaban a cielo raso en las asesinas madrugadas del invierno, y que salvaron tiritonas, quien sabe si la vida, gracias al estómago caliente de la ciudad que eran las estaciones del Metro.
Llegaron los años ochenta y los noventa y con ellos la década prodigiosa en la historia de este popular medio de transporte. El Metro salía de vía muerta y llegaba a todos los confines de la periferia, pero no se quedaba en el territorio capitalino, sino que comenzó un proceso, hasta entonces impensable, de extensión hacia la periferia metropolitana, hacia las ciudades vecinas, a otros territorios. Así nació Metro-Sur, y después, Metro-Este, Metro-Norte, y Metro Ligero para que los madrileños tuvieran este medio a un ?metro? de sus posibilidades de acceso.
Paralelamente, los andenes, los pasillos, los vestíbulos del Metro se han configurado como una auténtica ciudad subterránea, con sus calles, sus plazas, sus comercios, sus músicos ambulantes y sus ladronzuelos de alcantarilla; sus escaleras mecánicas y la accesibilidad correspondiente para los minusválidos; las exposiciones culturales, los actos artísticos, las celebraciones lúdicas y hasta la pasarela de moda. El diseño de la parte nueva de la red corresponde a las tendencias arquitectónicas y artísticas más vanguardistas, como corresponde a la estética de la ciudad que vive en el piso de arriba. Metro con biblioteca, cobertura de móvil y televisión; Metro con sus incidencias diarias, con sus inevitables retrasos, con, en algunos casos, la pérdida de paciencia de sus viajeros. Nada distinto a lo que ocurre en superficie.
Parodiando al viejo tango podríamos decir que: ?Noventa años no son nada?. Pero sí, son muchos. Es el tiempo que separa a un ?poblachón manchego? con vocación de gran ciudad, de una urbe cosmopolita, vanguardista, moderna. Es el tiempo que separa una ilusión bajo tierra, el nacimiento del Metro, de una realidad situada a la cabeza de este tipo de transporte público en todo el mundo. Metro de Madrid, la ciudad por dentro.