Vidas tristes, sueños rotos, pequeñas esperanzas y un «olor» a fracaso planea sobre un grupo de parados que acuden a un curso de formación ocupacional del INEM tratando de huir de sí mismos y de recuperar la ilusión y la autoestima.Aviso de lecturaEn las pelis norteamericanas y en los cuentos de Carver «los perdedores» son gente que nos cae bien. Es una especie de «caridad estética» que al parecer nos reconforta y nos tranquiliza. En la narrativa española de los últimos años también la figura del perdedor ha tenido mucho predicamento, como si los autores, mientras más incrementan sus cuentas corrientes, más necesitasen redimirse del éxito y de su incorporación al establishment mediático y social.En esta novela se rompe la baraja y los fracasados son retratados sin maquillaje poético que los disfrace de antihéroes de nuestro tiempo, aunque también ellos quieran creer que el fracaso es cosa de otros. Esta novela narra en clave de humor amargo e irónico un viaje de tres meses por el oscuro mundo de la formación ocupacional. Ya saben: cursos de «reciclaje» para parados. Todas las tardes un grupo de estos «príncipes del desempleo» acuden a la Academia Diderot, donde, con las correspondientes subvenciones de INEM, se les trata de enseñar el muy noble oficio de librero, si bien no hacen otra cosa que dar palos de ciego y huir de la realidad sucia y triste que les rodea para conseguir olvidarse de su condición de fracasados. A sus profesores no les van mejor las cosas, aunque también ellos jueguen a no darse por enterados. Es esta novela un espejo que nos hace sonreír y en el que, sin embargo, da cierto miedo mirarse. Pero no se asusten: siempre podremos echar mano de nuestro asesor de imagen.Críticas:
«Con una base tan sencilla, lo normal sería un tostón de novela llena de lamentos sobre lo mal que está todo y lo trágicas que son las vidas de los personajes. Pues no. La novela de San Basilio es brillante. Inteligente, divertida, y de un cinismo crítico mucho más eficaz para destapar miserias cotidianas que los Gorky contemporáneos proclamando la catástrofe inminente.»
Toni Mendoza en El último fragmento«Novela tan inefablemente simpática como irresistiblemente amarga. Una tragicomedia de bordes acolchados, escrita -y leída- con ligereza, que, sin elevarse nunca de su propuesta inicial, despierta en el lector una sonrisa que se mantiene con solvencia hasta la última página.»
Julio Abelenda en Curioso leer«Tiene una prosa hipnótica, humilde, musical, rítmica y cómica, sí, salpicada de travesuras con cuentagotas, para no saturar. [...]Quienes escribimos, leemos y tenemos algo que ves con las librerías, creo que disfrutaremos leyendo este libro, tan lleno de sentido común, de aciertos, de poesía camuflada o raptada. Un retrato genial de un mundo muy nuestro.»
Román Piña en La tormenta en un vaso