Reloj de viento, de Juan Malpartida, es el testimonio de una vida, la de Guillermo Ventadour (presente en La tarde a la deriva) y al tiempo una dramatización de los problemas de la ficción literaria, o dicho de otro modo, de lo que los antiguos llamaban inspiración. Se trata de una vida que se reconstruye desde el final sin convertirse en una elegía. El pasado nos inventa al tiempo que lo recordamos, y Guillermo Ventadour, en diálogo con su sobrino (eco de los muchos diálogos literarios en los que dos generaciones se enfrentan a lo inasible de la memoria) nos hace vivir su infancia, la experiencia de la Guerra Civil, el descubrimiento del amor y la constatación de muerte. Además, esta novela es un elogio de la conversación misma. Por el lado, el lector va asistiendo a las dificultades de lo literario, como si él mismo, como lector, fuera el creador mismo de la historia. Los dos autores de la ficción quizás simbolicen la pluralidad que necesariamente constituye la identidad humana, siempre reinventándose bajo la fatalidad de un tiempo inexcusable, el de una navegación en el mar de las palabras.
fragmento:
«No me pregunten quién soy, ni por qué soy yo y no él quien abre la puerta. Sin embargo, es siempre un destino, unido a la irreductible conciencia, quien se hace cargo del testimonio, como ahora de la agitación del viento en las hojas y papeles que el olvido apiló durante días entre el muro ocre del jardín y el camino que conduce hacia las casas vecinales. Vi esa lucha desigual hace unos minutos, antes de bajar aquí, al sótano de mi casa, y al levantar la vista observé los árboles mover sus ramas contra un cielo tiznado. Todo lo que se mueve, cambia, por eso desde los orígenes hemos estado luchando contra el cambio o bien a favor de él, como si fuera nuestro aliado. Desde hace años trabajo en un sótano, rodeado de paredes que no sólo me aíslan del frío o el calor sino del paisaje, de lo que hay fuera. Es un bloque quieto y vacío al que bajo desde el piso de mi casa, donde vivo con mi familia. Y si digo que allí arriba vivo con mi familia es porque mi experiencia aquí es de otra índole...»