Las Cortes de Cádiz a petición de la Junta Superior de Cataluña envían un agente de inteligencia a la ciudad de Tarragona, Pedro Sevilla, capitán de alabarderos, para que indague la trama que se cierne sobre la villa, dado que desde el Obispado de Solsona se comunica a sus miembros que las tropas francesas entrarán en la ciudad el próximo 28 de junio de 1811, pero el comisionado de las Cortes, de camino a la urbe, es interceptado por guerrilleros afrancesados de La Embrolla, un grupo de maleantes y asaltadores de caminos capitaneados por un antiguo corsario apodado El Jerezano, que colabora con la red de espías franceses instalada en la plaza.
Un espía enviado personalmente por el emperador, quien adopta varias personalidades, suplanta la identidad de Pedro Sevilla, logrando convencer a los miembros de la Junta Superior de Cataluña de que él es el enviado por las Cortes.
El enviado de Bonaparte es un hombre camaleónico, capaz de adoptar el aspecto de diversos personajes, el más relevante es el de Joan Ixart, el impresor de la gaceta del Diario de Tarragona, que maquina con los agentes franceses y los soplones de la ciudad, para que la traición culmine con la entrega de la plaza a las tropas bonapartistas dirigidas por el mariscal de campo, Louis Gabriel Suchet.
Joan Ixart no duda en pactar con cualquiera e inventa una estrategia delirante con el comodoro Codrington, jefe de la armada británica en el Mediterráneo para que traicione a los españoles, pero ignora que el británico tiene sus propios planes. Ixart atrae toda la atención de los alguaciles y de Pedro Casas, un segundo comisionado de Cádiz, ayudado por un antiguo amigo de la infancia, Joaquin Fábregas, teniente de migueletes del segundo regimiento de artilleros de la plaza, pero quizás se trate de una trampa hábilmente urdida por los franceses para desviar la atención del verdadero cerebro de la trama, un hombre que permanece en la sombra y mueve los hilos de la conspiración.
Durante la guerra existen muchos frentes abiertos, mientras las batallas de la conspiración se libran por las travesías empedradas de la ciudad portuaria, entre las confidencias que se producen en los figones, mesones y los lugares mas apartados, Mingo Prats, al frente de su partida de somatenes, se echa al monte para hostigar los convoyes de las tropas de Suchet.
El tablero está dispuesto, los peones ocupan sus lugares, la partida empieza cuando el conde Alacha entrega Tortosa, a partir de ese momento, la maquinaria de guerra del mejor ejército del mundo se enfrenta a la desvalida y traicionada Tarragona, pero sus habitantes, los migueletes y los somatenes, les harán frente hasta la muerte.