Una recopilación de relatos en la que se reúnen lo irreverente, lo dulce y lo descorazonado.
Henry David Thoreau afirmó alguna vez que en su cabaña del bosque de Walden tenía tres sillas: «una para la soledad, dos para la amistad, tres para la sociedad. Cuando inesperadamente venía un gran número de visitantes, solo estaba la tercera silla para todos ellos, pero por lo general economizaban espacio quedándose de pie.»
No importa cuántas personas se queden de pie, los personajes de La vida interior de las plantas de interior solo tienen una silla: una mujer que llora al ver la portada de una revista de decoración en un supermercado, un anciano encerrado en el baño de un avión que cree que se va a pique, el jurado de un concurso literario de provincias que por fin descubre al genial escritor que siempre ha estado buscando, un perro que aparece en cincuenta y cuatro pinturas de Pablo Picasso y odia a los comunistas, un albatros que vive en la gran Mancha de Basura del Atlántico, un caballo prehistórico que piensa en Empédocles de Agrigento, una joven que solo come puré de patata deshidratado, un escritor que descubre las potencias de la ficción, una mujer en una lavandería en Bélgica que lee noticias de actrices porno muertas, dos aspirantes a escritores que giran en la nada y otro que vive bajo el gran escritor argentino vivo, un niño que se corta las piernas y el rostro con un cuchillo, dos amigos que les ponen caras a las nubes, una florista obsesionada con un viejo cliente suyo, un actor porno que huye de sí mismo.
Todos ellos experimentan el bloqueo, pero también la liberación que promete este libro, a ellos y a sus lectores.
La crítica ha dicho...
«Patricio Pron es un audaz escritor cuya voz es única.»
Daniel Alarcón
«Perspicaz, de inteligencia sutil, estilo exquisito, Pron es uno de los escritores más importantes en lengua española.»
Alberto Manguel
«Una conmovedora exploración de la culpa y la memoria, y un estudio implacable de lo que la historia nos puede hacer. Pron abre los ojos donde los demás preferiríamos cerrarlos y mantenerlos bien cerrados.»
Juan Gabriel Vásquez