Las aleluyas del señor Esteve (1907), estructurada en 27 capítulos o escenas que transcurren en el barrio de La Ribera de Barcelona en los últimos años del siglo XIX, es la historia de una familia de pequeños comerciantes dueños de una mercería, «La Puntual», que refleja, con humor, pero también con ironía, las tensiones que surgieron en el seno de la nueva burguesía catalana entre el artista y su propia clase, argumento dominante del modernismo catalán. Dividida en tres partes, la novela evoluciona como un relato de aprendizaje del buen botiguer catalán «arquetipo de la nueva civilización industrial», en palabras de Josep Pla, sostén de la economía familiar y, por extensión, ejemplo de la prosperidad social de Cataluña. La obra va ganando en intensidad a medida que avanza, para acabar con un carácter más teórico y programático en la parte final, en la que Rusiñol inserta a la historia individual y familiar del señor Esteve el marco histórico.
Santiago Rusiñol i Prats (Barcelona, 1861-Aranjuez, 1931) fue pintor y escritor considerado como el ideólogo del modernismo catalán. Espíritu viajero, su vida transcurrió entre Barcelona, París, Sitges, Granada, Buenos Aires, Mallorca, Italia lugares de los que fue dejando testimonio en su pintura y en su literatura. Conocido como el pintor de los jardines de España, faceta que comenzó en Granada y que no dejó de explotar hasta su muerte en Aranjuez, fue también un escritor reconocido y, como tal, publicó, siempre en catalán, piezas de gran calidad artística como L'alegria que passa (1891) y El jardí abandonat (1900) calificadas de decadentistas o sus simbolistas prosas poéticas Oracions (1897) o Fulls de la vida (1898). Con el cambio de siglo, evolucionó a un cierto costumbrismo historicista, muy popular en su época, en sus obras teatrales L'hèroe (1903) y El místic (1894) o en su novela el L'auca del senyor Esteve (1907), que, en 1917, estrenó, con el mismo título, como obra teatral. Representante de la Barcelona bohemia de fin de siglo, su vida, con el paso de los años, fue acomodándose a ciertos convencionalismos hasta que su figura fue quedándose cada vez más aislada entre los representantes artísticos de las nuevas corrientes literarias y pictóricas del siglo XX, aunque sin perder nunca su fama entre el gran público catalán y español.