Abrir un libro es como abrir una puerta. Abrir este libro es abrir la puerta que da al mundo fascinante de Rainer Maria Rilke poeta austríaco y universal, un oído atento y una voz privilegiada del inconsciente colectivo. Y, por lo mismo, entrar en las más profundas nostalgias y recuerdos del alma, cubiertos y recubiertos por una espesa capa de agobiante depresión y aburrida superficialidad. Este libro, como pocos, tiene la rara virtud de hacer revivir en el lector esa conciencia poética, descubridora asombrada de la belleza, que late en lo más hondo, alto y dilatado de la realidad humana.
Rilke, uno de los grandes creadores de este siglo, actualmente el autor en lengua alemana más traducido, es también un gran maestro y orientador en el campo del espíritu. Muchos lo han descubierto en sus Cartas a un Joven Poeta. En esta antología de su epistolario esos lectores encontrarán comentarios y ampliaciones de aquellas originales intuiciones sobre el camino hacia la propia humanidad, la misión, la sexualidad, Dios, la muerte, la creación, la tristeza, la soledad, la plegaria... Otros, en cambio, podrán penetrar en ese mundo tan singular y, a la vez, universal, donde las antiguas preguntas que nos acucian encuentran respuesta; donde, en la atmósfera de la belleza, de la confidencia y de la ternura, aparece lo esencial de la vida, algo, que, si se pierde, todo se ha perdido.
Unos y otros sentirán en esta antología aquel tono inolvidable que no da la exacta vibración que despierta el anhelo de algo distinto, satisfactorio al fin, cuya carencia y olvido es el origen de tanta enfermedad y desasosiego. No es, pues de extrañar que Rilke sea uno de esos pocos autores cuyo lector conserva sus libros en la cabecera de su cama para leerlos, releerlos, abrirlos al azar, y encontrar en ellos, justamente, en la última o en la primera de sus horas, la palabra que cura y acompaña.