Renacimiento negro forma, junto con A propósito de Casanova, el díptico veneciano de Miklós Szentkuthy. En Renacimiento negro Monteverdi, en busca de un tema para su nueva ópera, se sumerge en Tácito y envía algunas notas de lectura dispersas a un amigo inglés, que no es otro que el preceptor de Isabel Tudor. Un pretexto que permite a Szentkuthy destilar, en una pasmosa deriva impresionista, la esencia misma de su oro novelesco, esto es, el inventario del mundo. «Siempre he deseado verlo todo», decía el escritor húngaro, «leerlo todo, pensarlo todo, soñarlo todo, engullirlo todo». Asumiendo innumerables disfraces, explorando los destinos de personajes emblemáticos (Brunelleschi, Tiberio, Palestrina, Séneca, Mesalina, Teodora, entre otros), Szentkuthy alimenta el teatro de su bulimia universal con mil redes de historias. Simultaneidad de todas las épocas, audacia anacrónica, caos erigido en sistema: la locura.