Geográficamente, Hungría está en el centro de Europa, y Budapest, su capital, se encuentra en su mismísimo corazón. El término Europa Central tiene, por supuesto, negras asociaciones históricas. Siglos de desórdenes y convulsiones, de guerra y revolución -que en el caso de Hungría van desde la conquista Magiar al Levantamiento de 1956- han dejado en Budapest su huella indeleble. Ciudad de solemne, heroica belleza -Buda, la mitad histórica de la ciudad en la orilla oeste del río Danubio; Pest (pronunciado pesht ' ), la mitad comercial en la orilla este-, Budapest se alza como testamento espléndido del invencible espíritu húngaro. Como el Danubio que fluye majestuosamente hacia el Mar Negro, la ciudad misma arrastra al visitante. Vibrante, frenética, amable, el encanto de Budapest es una mezcla de cosmopolitismo y elegancia patricia, de dinamismo y tranquilidad parroquial. Y, como todas las grandes capitales, satisface todos los gustos, desde la cultura exquisita a las sesiones maratonianas de vodka. Es una ciudad a la que uno no puede acercarse con timidez. Su grandeza, ritmo y diversidad resultan sobrecogedores, pero todo ello es parte de la " experiencia de Budapest " . Y desde luego es justamente eso: una experiencia. Cabalgando sobre el Danubio con sus nueve puentes, Budapest tiene una desconcertante variedad de estilos arquitectónicos, legado de su turbulenta historia. Neoclásico, Neogótico, Neorrenacentista son sólo algunos de ellos, y ayudan a crear un horizonte de asombrosa grandeza. Budapest no es sólo la capital de una nación, sino una ciudad imperial. Su sobrenombre de " Reina del Danubio " es merecido.